La brisa cerró aquella desprolija puerta, donde me hallaba agonizando por aquel suspiro, el viento tan suave y sutil acariciaba mi cara como si quisiera besarme.
El Otoño, resplandeciente con su sepia, adormecía el llanto que me producía el resoplar del dulce amor, como si quisiera llevarme hacia él, a la lejanía del infinito, a una unión mísera y desamparada.
Paz...
Sólo quería un momento de paz, alejarme del sueño en el que me encontraba, perdiéndome en el sin fin del amor y de la soledad.
Me hallaba en valles de descontrol total, buscaba lo que no era mío, anhelaba lo que otro había tenido.
Deseaba la carne de tu piel, allá en mi ansia, quería que bajaras de tu amargura y besaras mi triste dulzura.
Quizá ese viento suave ya no era tan sutil si no lo respirabas conmigo, me acongojaba tu estadía en ese rancho de tu día, y me hubiese gustado más que nada, que lo dejaras, vida mía.
Sentía el fuego en mi interior, sentía pudor en el exterior, pero esa vez más que nada quería arrebatar tu belleza y traerla conmigo, traerla a casa, a mi vida.
Desapareció...
Te soñé, te esperé, pero fue vana mi espera, porque aún seguías con ella...

No hay comentarios:
Publicar un comentario