Respira, respira...
Toma un último aliento, camina derecho, no pienses en nada.
Camina.
Septiembre 9, 1995.
Hora: 10:27 pm.
Lugar: Un callejón cuyo nombre no recuerdo, me dirige hacia la casa de Augusto.
Parada, frente a su puerta.
Ahí estoy,sin más posesiones que un largo abrigo negro y unos tacones en punta, con todos los recuerdos reproduciéndose uno a uno cronológicamente, con los ojos rojos y los labios resecos.
Me digo a mi misma; " Respira, respira...
Toma un último aliento, camina derecho, no pienses en nada.
Camina".
Decido caminar hacia su puerta, despacio. Cada paso que doy va llevándome a lo que quiero, a lo que más deseo.
Soy solo un cuerpo anhelando otro cuerpo, no soy más que cuerpo de cuya alma desconozco, y no creo haber estado en paz con ella alguna vez, seguro hoy vuelva a mi.
Toco su puerta. El aire que sale por mi boca es frío, la noche nublada y mis piernas un poco temblorosas.
Augusto se dispone a abrirme la puerta, y yo tomo otro poco de aire.
Augusto abre su puerta y me permite pasar, estoy un poco tímida, hacía un tiempo no le veía; desde aquel incidente las cosas cambiaron y dejé de verle de la misma manera, mi sonrisa ya no inspiraba alegría sino más bien una melancolía de la que ya ni puedo hablar.
Él, como de costumbre, no está sobrio, seguramente terminó de consumir su botella de vino favorita, Cosecha del 69.
Hoy no vengo a deleitarle con mis bailes sensuales o mis estúpidos cuentos, vengo a algo más.
Me acerco hacia el un poco temerosa, recorremos el pasillo que conduce hacia su biblioteca, y lo tumbo en su asiento finamente bordado.
Me siento de espaldas sobre él y comienzo a mecer mi cuerpo en sus piernas; tomo la iniciativa y le beso, le beso el cuello, le beso la espalda. Cambio de postura y me encuentro sentada sobre él, frente a frente.
Suspiro y me levanto de sus piernas, desato mi abrigo, y le enseño mi ropa interior, traigo un liguero negro de encaje y las medias veladas que combinan.
Me sonríe con esa mirada maliciosa que traía aquella vez, como si quisiera consumirme, pero hoy no estoy dispuesta a dejarme consumir, hoy le consumo yo a él, y me llevaré hasta su último pensamiento.
Le digo que quiero probar algo nuevo y lo ato a la silla, comienza el juego.
En mi espalda llevo un cuchillo, el mismo que usó él para amenazarme una vez y declararme su "putica", así, sin más.
Comienzo por sus muslos, tomo el cuchillo y lo adentro en él despacio, desgarrándole hasta el alma, o lo poco que queda de ella, bajo con el arma blanca por todo el muslo derecho, me doy cuenta que no había escuchado mejor melodía que la de sus gritos, me encuentro cegada, en mi cabeza todo está en silencio a excepción de una canción de piano suave, termino con el muslo izquierdo.
Espero unos treinta minutos para saber que se ha desangrado por completo, tomo mi tiempo para cortar cada extremidad lentamente, contar cada uno de sus dedos cayendo en el bello suelo de madera que sé que compró con su esposa; tomo su anillo de bodas y lo guardo en un pequeño bolsillo que tengo en mi abrigo, lo dejo como recuerdo.
Quiero hacerle más y más y más. Quiero dañarlo por completo, quiero que no quede nada de él, quiero destruirle, quiero borrar hasta la más mínima historia, pero me abstengo, espero que al menos pueda tener un funeral y si no, pues qué más da.
No me he demorado mucho, tan solo me tomó una hora lograr mi cometido, mi respiración está un poco agitada, le he matado finalmente. Me recuesto en el suelo a observarle detalladamente.
Finalmente ha muerto.
Hora: 11: 29 pm.
Lugar: La biblioteca de Augusto.
Logro: Ha vuelto el alma a su cuerpo.