Otra vez, estoy aquí, sentada frente a mi alma, esperando que algún sentimiento, quizás el más mínimo, escriba esas palabras que no me atrevo a pronunciar.
Mi cama de nuevo se encuentra vacía, la luz en la mesa de noche, el tic tac del reloj. Se marcan las horas más pesadas, mi respiración se combina con mis latidos, y mis latidos con mis pensamientos.
Sólo la lucecita en mi mesa de noche, alumbra el cuarto, y como se imaginarán sólo alumbra el papel y la tinta que necesito para escribir.
Tomo apuntes, hago memoria de mi vida, y paro ahí, ese momento en el que decidí, toparme con su presencia.Allí, ese instante, es el que me trae al ahora, el que me llevará al mañana.
En la lontananza mi mente vagabunda, sumida en desesperación y desasosiego, espera encontrar de nuevo su camino.
Temo tanto de volver a despertar en esta situación, no quiero dormir, me asusta el hecho de hacerlo.
El ventanal de al lado, hace que traspase un rayito de luna, esa luna que me observa, pero no sé si me critica o me cuida.
Las lágrimas mojan el papiro...
Una gota de tinta mancha el suelo... y así muchas más, se adentran en la madera floja de la habitación...